Hace mucho, pero mucho tiempo, hubo un yo, un yo que plenamente vivía sin tener que sobrevivir, a veces, se le olvidaba que el planeta y la vida garabatos el tiempo y no lo volvían a recuperar, pero ese yo, no le importaba, disfrutaba de pequeños instantes, una caminata, subir un cerro, respirar olores de tierra húmeda y el pasto verde, disfrutar de la vida, el día y sobre todo, sobre casi cualquier cosa, la noche, ese ligar oscuro donde todo era sencillo, de un solo color, donde la tranquilidad inspiraba, el silencio solo era la compañía más prudente y respetable en el mundo, donde podías escuchar tu respirar, tus pensamientos, ese yo que tenía tantas letras en la cabeza como latidos en el pecho.
Hace mucho, pero mucho tiempo, parece más distante de lo que es. Hoy la noche duele, la soledad y el silencio últimamente me traen tristeza, he escuchado voces y no de esas letras que antes hacían poemas y canciones, más bien voces de culpa, de esas voces que te acompañan y te dejan sin razones, de esas que muchos han escuchado y que han calmado para siempre.
Tal vez la noche si tiene monstruos, tal vez no están tras la puerta ni bajo la cama, creo que esos monstruos están sobre la almohada y dan miedo, porque la noche sirve para estar solo con ellos, y si platicar con ellos no te ayuda, el que te susurren al oído la soledad de los sentidos, hace a veces a la noche, un lugar más triste que vivo.
Hace mucho, pero mucho tiempo, yo era el que pensaba que los monstruos, no existían.
